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La Piedra Filosofal, transmutación en oro

No hace mucho os definimos la alquimia como el arte de la transformación de los elementos de la naturaleza y las características psíquicas y energéticas del cuerpo humano. Base importante en las creencias alquimistas fueron dos conceptos largamente buscados a lo largo de la Historia: la Piedra Filosofal y el elixir de la Vida.

Siglos atrás se postulaba que todos los metales estaban constituidos por diferentes proporciones de varias materias entre las que estaban siempre el mercurio y el azufre. La proporción de estas dos eran las que determinaban que fuera oro, plata, o cobre o cualquier otro metal. Sin embargo, sostenían los alquimistas que, lejos de ser cosas simplemente materiales, todas ellas tenían vida y una energía que formaba parte de la red tejida por el Universo. Todo evolucionaba de acuerdo a un orden en el que la perfección, la alcanzaban los metales en su estado de Oro. Por ello era la importancia de encontrar el método que condujera a esa transmutación.

Fue en el siglo XII cuando los alquimistas comenzaron a manejar el término de «piedra filosofal«, aunque también se conoció con otros nombres, como polvos filosofales, quintaesencia, etc. Era ésta la sustancia cuyo sólo contacto produciría la transmutación de los metales en oro.

Muchas teorías la convirtieron en un símbolo de la alquimia, en el objetivo trascendental que no sólo conseguía la transmutación de los metales, sino también la curación de enfermedades y la prolongación de la vida. Fueron los alquimistas chinos los que ampliaron el concepto de  esta piedra más allá de la simple asimilación del oro.

Lo curioso es que esta preciada sustancia la han definido de muy diferentes modos y colores. Paracelso dijo que era roja, Beriguardo de color amapola, Helvetius, amarilla, y para colmo, Khalid, de colores blanca, roja, amarilla, azul y verde.

Diferencias entre chinos y europeos

Los chinos, más filósofos de la vida, buscaban con la Piedra Filosofal el rejuvenecimiento y la vida eterna y hay muestras de sus obras de un siglo antes de Cristo. Por contra, en Europa, desde el principio, se centraron más en la transmutación de los metales en oro. Por otro lado, los alquimistas chinos usaban fórmulas «mágicas» e incluso se basaban en la influencia de las estrellas para su correcto funcionamiento. En Europa, sin embargo, se basaban más en la composición química de los diferentes elementos, de modo que una alteración de una de sus partes podría desembocar en la constitución del oro.

Otra diferencia consistía en la inmortalidad del oro, esencial para los chinos, quienes pensaban que al ser absorbido por el cuerpo humano, éste adquiría esas características de sanación. Su misión era entonces descubrir de que modo podía introducirse el oro en el cuerpo dado que el oro en polvo es altamente tóxico. Aquellos polvos filosofales serían capaces de remediar todas las malas condiciones físicas humanas.

En Europa, mucho más materialistas, incluso se llegó a afirmar que el uso continuado del conocimiento de la transmutación en oro haría que el propio alquimista fuera, poco a poco, convirtiéndose en oro.

Sea como sea, cuando sea y donde sea, todas las teorías tenían una característica común: la piedra filosofal tenían muchas esencias, pero las más básicas eran las cuatro esencias principales de las que se compone el Universo: fuego, aire, tierra y agua, más una quinta esencia que según aquellos sabios daba vida a los cuerpos y conseguía la perfección de los metales.